jueves, 23 de julio de 2009

CANTO QUINTO - Segundo circulo




Yo comencé: «Poeta, muy gustoso

hablaría a esos dos que vienen juntos

y parecen al viento tan ligeros.»

Y él a mí: «Los verás cuando ya estén

más cerca de nosotros; si les ruegas

en nombre de su amor, ellos vendrán.»

Tan pronto como el viento las impulsó hacia nosotros alcé la voz diciendo:
-¡Oh almas atormentadas!, venid a hablarnos, si otro no se opone a ello.
Asi como dos palomas, excitadas por sus deseos, se dirigen con las alas abiertas y firmes hacia el dulce nido, llevadas en el aire por una misma voluntad, así salieron aquellas dos almas de entre la multitud donde estaba Dido, dirigiéndose hacia nosotros a través del aire malsano, atraídas por mi eficaz y afectuoso llamamiento.
-¡Oh ser gracioso y benigno que vienes a visitar en medio de este aire negruzco

alcé la voz: «Oh almas afanadas,

hablad, si no os lo impiden, con nosotros.»

Tal palomas llamadas del deseo,

al dulce nido con el ala alzada,

van por el viento del querer llevadas,

ambos dejaron el grupo de Dido

y en el aire malsano se acercaron,

tan fuerte fue mi grito afectuoso:

«Oh criatura graciosa y compasiva

que nos visitas por el aire perso

a nosotras que el mundo ensangrentamos;

si el Rey del Mundo fuese nuestro amigo

rogaríamos de él tu salvación,

ya que te apiada nuestro mal perverso.

De lo que oír o lo que hablar os guste,

nosotros oiremos y hablaremos

mientras que el viento, como ahora, calle.


La tierra en que nací está situada

en la Marina donde el Po desciende

y con sus afluentes se reúne.

Amor, que al noble corazón se agarra,

a éste prendió de la bella persona

que me quitaron; aún me ofende el modo.

Amor, que a todo amado a amar le obliga,

prendió por éste en mí pasión tan fuerte

que, como ves, aún no me abandona.

El Amor nos condujo a morir juntos,

y a aquel que nos mató Caína espera.»

Estas palabras ellos nos dijeron.

Cuando escuché a las almas doloridas

bajé el rostro y tan bajo lo tenía,

que el poeta me dijo al fin: «¿Qué piensas?»

Al responderle comencé: «Qué pena,

cuánto dulce pensar, cuánto deseo,

a éstos condujo a paso tan dañoso

Después me volví a ellos y les dije,

y comencé: «Francesca, tus pesares

llorar me hacen triste y compasivo;

dime, en la edad de los dulces suspiros

¿cómo o por qué el Amor os concedió

que conocieses tan turbios deseos?»

Y repuso: «Ningún dolor más grande

que el de acordarse del tiempo dichoso

en la desgracia; y tu guía lo sabe.

Mas si saber la primera raíz

de nuestro amor deseas de tal modo,

hablaré como aquel que llora y habla:

Leíamos un día por deleite,

cómo hería el amor a Lanzarote;

solos los dos y sin recelo alguno.

Muchas veces los ojos suspendieron

la lectura, y el rostro emblanquecía,

pero tan sólo nos venció un pasaje.

Al leer que la risa deseada

era besada por tan gran amante,

éste, que de mí nunca ha de apartarse,

la boca me besó, todo él temblando.

Galeotto fue el libro y quien lo hizo;

no seguimos leyendo ya ese día.»

Y mientras un espiritu así hablaba,

lloraba el otro, tal que de piedad

desfallecí como si me muriese;

y caí como un cuerpo muerto cae.

1 comentario:

  1. amigp sigue con esto, esta del bueno
    no lo dejes`morir :) saludos y publica un poco mas

    ResponderEliminar